Desde pequeño tuve la sensación de que
el papel se nos ofrecía como algo limitado.
Mi infancia
transcurría en un mundo de tres dimensiones, y la altura de las cosas y
de los retos era fundamental.
Pero llegas a la
escuela y te sientan en una mesa donde solo hay dos dimensiones, te ponen
delante de un cuaderno donde solo hay dos dimensiones, el maestro se comunica
contigo mediante una pizarra donde solo hay dos dimensiones...
Algo está fallando aquí,
piensas. Y experimentas un inmenso placer cuando algún compañero mayor te
enseña a doblar un papel para construir un avión, un barco, una pajarita de
papel....
Parecía como si el
papel se estuviera rebelando, y esa inquietud por el volumen de los objetos
creados con papel o cartulina me ha acompañado siempre
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